miércoles, 7 de agosto de 2013

SIMONE MARTINI, La Anunciación con los santos Ansano y Margarita (?); en las cúspides, cuatro profetas (1333)


SIMONE MARTINI
Siena, Italia h. 1284 - Aviñón, Francia h. 1344

La Anunciación con los santos Ansano y Margarita (?); en las cúspides, cuatro profetas (1333)
Témpera sobre madera. 265 x 305 cm 
Florencia, Uffizi 


En la parte baja, sobre la cornisa original de la Anunciación, la inscripción: "SYMON MARTINI ET LIPPUS MEMMI DE SENIS ME PINXERUNT", dividida por la mitad por otra: ANNO DOMINI MCCCXXXIII", que en un tiempo la precedió. Procede del altar de San Ansano del Duomo de Siena, para el que fue pintada; el marco original fue sustituido por otro ya en 1420, y, en el siglo XVII, el propio cuadro - que hasta entonces había permanecido en su lugar original- fue trasladado a la iglesia de San Ansano en Castelvecchio, en Siena, para ser llevado en 1799 -por orden del gran duque de Toscana- a las Galerías Florentinas (Bacci, 1944), donde se le añadió en 1900 el actual marco neogótico. 
La obra está firmada y fechada en 1333 y procede de la capilla de San Ansano, en la catedral de Siena. La tabla pasó a las colecciones de los duques florentinos en 1799. Los dos santos laterales, san Ansano y santa Julita -que no se recogen en esta reproducción-, y los cuatro bustos de profetas en los medallones son de Lippo Mernmi, cuñado y alumno de Simone Martini. Esta pintura es una de las más célebres de la escuela sienesa y de su autor, que se reveló como pintor con la gran Majestad realizada al fresco en el palacio de Siena, en torno a 1318. 
La escena recoge el momento en que el ángel comunica a María el mensaje con el saludo inicial -letras de oro sobre oro-. El momento lírico, acentuado por el oro del fondo, se potencia con la tensión de las formas: vestidos y alas flotantes, inclinación del ramo de olivo y las azucenas hacia Maria, y el gesto atemorizado y receptivo de ésta. Las líneas son levísimas, de grafía delicada en las volutas de los ropajes, en las plumas y en las hojas, corno si los cuerpos no tuvieran peso y María fuera una coma o paréntesis de gran delicadeza. El vaso de plata en el centro, con la realidad de los lirios de tallos casi espinosos, se hace palpable, objeto real, en el suelo, ante tanta irrealidad flotando sobre el fondo de oro. 

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